Tu banda favorita no existe (o peor, es una IA)
Leí por casualidad un artículo donde la banda The Velvet Sundown era cuestionada, nada más y nada menos, que por su mera existencia.
Texto por Luana Illuminati

Automáticamente abrí Spotify y busqué, a ver qué tenía para ofrecer un cuarteto estadounidense con más de 1.000.000 de oyentes mensuales. No, no se me escapó un 0. Ojalá.
Para sorprender aún más: su primera actividad como tal, data del ¡5 DE JUNIO! ¡DE 2025! Un mes clavado, a la fecha de hoy. Pero esperen, hay más (sí, de verdad): ya tienen cuatro álbumes publicados.
“Álbumes”. Cada uno tiene 13 canciones: vacías, estáticas, sin tensiones. Quizá un poco personal -y de hecho hace poco tuve esta misma discusión-, pero las canciones si no me transmiten un poco de emoción o no me erizan la piel -de esto se rieron, pero es 100% honesto- la verdad que las descarto. Enseguida, porque con consumos irónicos ya sabemos cómo nos fue.
A lo que voy es: para qué quiero escuchar 52 canciones que duran aproximadamente 3 minutos cada una, si no son capaces de dejarme ningún tipo de mensaje. Ni musical, ni lírico, ni emocional, ni sensorial. Entonces, ¿hasta qué punto aceptamos la IA en el arte? Y peor aún: ¿Cuántas bandas pueden ser creadas completamente con una IA?

Las poquísimas fotos de la banda que existen en su perfil de Spotify, no dejan lugar a la imaginación: están creadas con una buena inteligencia artificial. Y digo buena porque tienen cinco dedos en cada mano y dos ojos en sus caras. Las portadas de sus álbumes o están hechas también con IA (oh, qué sorpresa) o eligieron al peor diseñador gráfico de Estados Unidos. Casi no hay diferencia alguna entre sus dos álbumes. Y el tercero -¿ya mencioné que el 14 de julio sacan el tercero?- luce igual de muerto. Insípido, triste, completamente desalmado.
Pero combinan con sus canciones. Son el clásico música de ascensor, para gente que tiene en aleatorio su Spotify para escuchar de fondo, o ni siquiera escuchar; solo llenar un silencio. Y eso lo cumplen, porque lo llenan. Pero, ¿a qué costo?
En su bio, explícitamente se presentan no como un engaño, sino como una provocación artística. Pero, ¿esta es la competencia de los músicos de carne y hueso, que llenan bares, antros, espacios culturales y locales? ¿Qué pasa cuando el creador no tiene cuerpo? Si no hay nada legítimo, pero tampoco ilegítimo. Si no hay nada esclarecedor, ni para creadores ni para consumidores.
No hablo de la IA como herramienta, sino de la IA como producto. Frases hechas, sonidos homogéneos, completa y lamentablemente perfecto. Limpio. E irreal. No hay nada inesperado, y eso que logré escuchar siete canciones. ¿Del primer o del segundo álbum? No sé, no debe haber variación. No hay creatividad, ni un quiebre. Un ¿indie? ¿folk? ¿lofi? frívolo. Sin identidad.
¿Escuchar The Velvet Sundown es consumir arte, o solo una ilusión bien diseñada para jugar con nuestras expectativas? ¿Cómo se llega a más de un millón de oyentes en menos de un mes? ¿Los bots también existen en Spotify?
The Velvet Sundown no toca en vivo, no tiene entrevistas, ni siquiera parece tener un pasado. Y, sin embargo, sus canciones suenan, se comparten, se agregan a playlists y acumulan streams. Quizá no se trate de decidir si es o no una banda real. Quizá el verdadero experimento seamos nosotros, lxs oyentes, al darle play a algo que -en el fondo- nunca existió.
