Salas Velatorias y Cólera: Crónica de una noche con furia

Hay noches en las que no importa si el sonido es perfecto, si hay espacio para moverse o si llegaste temprano o tarde. Algunas noches no son fechas: son estados. Pasan más cosas en el cuerpo que en el escenario. Pasan cosas en el murmullo, en los gestos, en lo que no se dice entre tema y tema. Así fue el viernes 18.

Texto por Luana Illuminati
Fotografías por Fran Basement

El viernes 18 de julio, Río Cuarto llegó a Sala Formosa: Cólera y Salas Velatorias llenaron el popular espacio de Güemes en una noche que parecía interminable.

Cólera: contención, furia y murmuro

Puntuales, con su estética tan particular, el trío Cólera dio inicio a la fecha con guitarras filosas y una atmósfera tan oscura como energizante. A medida que los minutos pasaban, Sala Formosa se iba colmando: los grupos se amontonaban, prestaban atención a cada letra, coreaban, gritaban.

La intensidad musical, sensorial y emocional de sus canciones —sumada a la performance y a sus looks pensados con detalle— sostuvo por más de 40 minutos la atención de un público profundamente adentrado en las fusiones que propone Cólera.

Recordá la presentación de «Maraña», el primer EP de Cólera, en Pez Volcán

Y su nombre no es casual. El enojo y la ira están presentes en sus canciones y también en la manera de expresarlas. En su EP Maraña, se percibe la opresión interna que busca salir: hay una urgencia por lo que no se dice, por lo que no se escucha, y ellxs están ahí para ponerle sonido. Nada resulta excesivo, ni siquiera la voz: contenida, casi susurrada, pero con una intencionalidad emocional que atraviesa con fuerza.

Salas Velatorias: despedida ritual y promesa futura

Por su parte, Salas Velatorias sostuvo al público por más de una hora, sin pausas ni contratiempos. La textura dramática y actoral que caracteriza al grupo fue en aumento, sumando tensión e intensidad canción tras canción.

La noche tuvo también algo de despedida. Una melancolía generalizada sobrevoló cuando anunciaron el cierre de su disco homónimo. Todxs, me atrevo a decir, aprovecharon el viernes para despedirlo como se merecía.

La intimidad, lo emocional y la atmósfera predominaron de principio a fin. Pero no fue todo nostalgia: la potencia de su propuesta permitió también asomarse a lo que viene. Adelantaron temas de su próximo disco —en el que vienen trabajando hace meses— que ya se deja escuchar en sus fechas más recientes.

Invitadxs, atmósferas y comunión

Ambas bandas sumaron invitadxs que, lejos de romper la atmósfera, la amplificaron: Lola Morin (laslolastristes), Baltazar Gómez (Cólera) y Belén Gómez (Rosa Profunda) tejieron climas explosivos, claustrofóbicos, resonantes.

Una noche donde la melancolía no fue sinónimo de quietud, y la furia, lejos de la violencia, se transformó en cuerpo, canción y comunión.