Última fecha de «Mediterráneo» en 2025
El Ciclo Mediterráneo, de la productora Esto No Es Cine, cerró su tercera fecha de 2025 el sábado 26 en Casa Babylon. Distopías, atmósferas envolventes, crítica y mucho baile sucedieron casi en simultáneo.
Texto por Luana Illuminati
Fotografías por Matías Egea
Ni todo pasa en Buenos Aires, ni todo lo que pasa es lo mismo una y otra vez: el Ciclo Mediterráneo lo dejó claro a lo largo del año. Y en esta última fecha, tres bandas de la escena cordobesa actual demostraron que el dinamismo no solo se da entre festivales, sino también dentro de una misma noche.
Florazar, banda oriunda de Jujuy, mantuvo atento a un público tímido en sus comienzos; quizás por la poesía de sus letras, o tal vez porque Babylon fue llenándose de a poco. A lo largo de un set de 45 minutos, no solo mostraron canciones: también abrieron espacio a la experimentación sonora, cumpliendo con su propósito de “retratar imágenes que introduzcan emociones”.
Un poco de esperanza, sí. Pero, sobre todo, la certeza de que algo más profundo está pasando. Y que ya es demasiado tarde para huir. Una melodía que no solo abraza: sujeta. Aprieta. Como sucedió con “Mariposas Negras”, su primer single publicado en mayo de este año.
También presentaron “Absurda violencia”, dejando en evidencia el egoísmo que reina en los tiempos actuales y sensibilizando a un público que escuchaba, atento, sabiendo. El sistema es violento. Y ejerce esa violencia sobre cuerpos propios y ajenos. Pero el arte, quizá, en medio de la asfixia, funciona como un respiro colectivo.
La pausa emocional llegó con Laureano y las Valkirias, que propusieron otro tipo de intensidad: la del ritmo. Con sus looks ochentosos milimétricamente cuidados, hicieron mover a un público ya más suelto. Sonaron prolijos, vibrantes, con una marcada impronta funk y electrónica. Presentaron temas de sus EPs Capítulo 1 y Portal, además de su último single, “Plenilunio”.
Su set construyó un espacio híbrido, sensible y autobiográfico, donde el amor -en sus formas más tradicionales- fue el eje narrativo. En un contexto donde otras bandas eligieron lo político como pulsión, Laureano y las Valkirias se plantaron como lo que son: una banda indie de varones cis, que opta por el sonido antes que por la urgencia, por la nostalgia antes que por el conflicto.
La propuesta es honesta, clara, cuidada. Y aunque su búsqueda musical se destaca dentro del género, sus letras -al menos en vivo- no logran atravesar desde lo profundo. Porque a veces lo que suena bien también puede dejar distancia.
Así fue como la banda transfeminista Lava Andina cerró el Ciclo Mediterráneo: completamente vestidxs de negro, en cuero, en actitud, lograron lo que hasta entonces no había sucedido: un pogo, una descarga colectiva, un temblor compartido entre canción y canción.
Además de tocar su EP !!! -que el público ya distingue por familiaridad-, presentaron trabajos nuevos como “Sombra” y “Sueño”. Son paisajes sonoros que no buscan incomodar, agitar, interpelar.
Tampoco faltó el megáfono para el clásico “Cansada”: ese himno breve y directo donde las injusticias se gritan, se escupen, se atraviesan. En un minuto y medio de pogo rabioso, lo que antes fue contención se convierte en furia coral.
Quizás allí está lo más potente del Ciclo Mediterráneo: no solo la música, sino todo lo que se puso en juego entre banda y banda. Las estéticas, los cuerpos, los discursos. La vulnerabilidad emocional de una canción de amor puede convivir con el grito colectivo de un pogo. Lo importante es no fingir que todo es lo mismo.
Cada banda trajo lo suyo. Y cada quien fue a buscar algo. Tal vez por eso la noche tuvo tanto de misceláneo, pero también tanto de síntoma. Porque si una fecha logra, aunque sea por un rato, que el baile, la bronca y la ternura compartan la misma pista, entonces no es solo una fecha. Es una escena. Es una posibilidad.
Una conversación colectiva entre lo íntimo, lo político y lo sonoro. Hay ideas. Hay cuerpos que militan desde sus márgenes. Y hay música que no solo suena: incomoda, abraza, sacude.
Y no, no es todo lo mismo. Por suerte.















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